Parece ser cada vez más habitual observar a los entrenadores de fútbol de élite hacer uso
de sus extremos o interiores invertidos. Por “extremos invertidos” se entiende la opción
de situar jugadores diestros de carácter ofensivo en el carril izquierdo e, inversamente,
jugadores zurdos en el carril derecho.
No pretendo hacer un estudio histórico sobre este asunto, remontándome a la primera
vez que un entrenador decidió romper el esquema de jugadores zurdos para la izquierda
y jugadores diestros para la derecha. Sin embargo, dado el número creciente de casos
en el fútbol de alto rendimiento, creo que estamos delante de un nuevo paradigma: la
utilización de “extremos invertidos”.
En el Barcelona en tiempos de Guardiola, lo hizo con Henry/Messi, más adelante
con Villa/Messi y Pedro /Messi entre otros. En el Real Madrid, José Mourinho lo hizo,
en la temporada pasada, con Ronaldo/Di María o Ronaldo/Özil. También en 2011/2012
la vimos con el Bayern de Munich de Jupp Heynckes con Ribèry/Robben. En el F.C.
Porto de Vitor Pereira con Varela/Hulk, aunque Villas-Boas (2010-2011) hubiese
utilizado más esa alternativa; y en el S.L. Benfica de Jorge Jesús con Nolito/Gaitán o
Nolito/Bruno César. Viajando un poco más atrás todavía podemos ver el Shakhtar
Donest de Mircea Lucesco con William/Douglas Costa. Ciertamente habrá muchos
otros que no se mencionan aquí.
Hay quién critica los matices que fluyen de esta opción estratégica, alegando que
orientar el juego hacia el carril central es beneficioso para el equipo defensor y que,
además, condiciona demasiado las virtudes de determinados delanteros (delanteros
referencia: “pinheiros”). Según la célebre declaración del entrenador portugués Paulo
Sergio (recién vencedor de la Copa de Escocia), “os pinheiros”.
Esta opción estratégico-táctica no depende solamente de las características de los
jugadores que un entrenador tiene, depende sobre todo de la idea de juego del propio
entrenador. Si hay quien prefiera tener delanteros sin movilidad para meter balones al
fondo de la red, entonces los extremos invertidos puede no ser la solución mas viable.
En el cómputo general, teniendo en cuenta que las exigencias de la competición al más
alto nivel, me parece que tiene más beneficios que perjuicios para la dinámica ofensiva
del equipo.
Las diagonales efectuadas por los extremos fomentan una serie de situaciones que
suplen la más que previsible jugada de llegar a la línea de fondo para centrar. Por
ejemplo:
- progresar para el espacio interior (pasillo central) en conducción o
desborde, creando situaciones propicias para rematar a portería;
- ejecutar diagonal con balón solicitando el apoyo y posterior combinación táctica (directa o indirecta) con
el delantero o medio-interior en el intento de desequilibrar la organización defensiva
adversaria;
- diagonal para el espacio interior, en progresión, permitiendo la entrada
al pasillo de origen del lateral o medio interior:
- diagonal sin balón hacia la zona de finalización, surgiendo, a mi modo de ver, una mayor posibilidad de obtener
una acción de remate, debido a la mejor posición del atacante para utilizar su pierna
dominante.
Tampoco estoy de acuerdo en que esto no puede ser aplicado a equipos que no luchen
por títulos. Es una circunstancia estratégica entrenable como tantas otras, aunque
requiera mayor cultura táctica de sus protagonistas, desde el delantero, que debe estar
dotado de inteligencia y movilidad, pasando por los medios interiores o de cobertura, a
los laterales. No implica apenas progresión vertical, como si los extremos hiciesen uso
de un freno. Es un proceso mucho más refinado y exigente.
A pesar de esto, y a juzgar por las evidencias más recientes en el continente europeo, en
que los mejores equipos (Barcelona, Real Madrid y Bayer de Munich) no descuiden este
hecho, merece nuestra reflexión. El paradigma es otro.
Vía: linhadepasse