Se podrá decir lo que se quiera, se podrán interpretar los números de sus enfrentamientos anteriores de mil maneras, pero en la era Mourinho es la primera vez que “su” Madrid se impone al Barça de una forma tan clara y contundente, tanto en juego como en el marcador. Nos referimos al partido de copa del 26 de febrero pasado: Barcelona (1) – Real Madrid (3).
No fue un planteamiento novedoso, ni mucho menos. No hubo nada extraordinario, nada que no se haya hecho antes en cualquier otro partido de cualquier otra categoría. Bastó con aplicar la lógica. No olvidarse de lo básico. Y lo básico para defender es anticiparse y MARCAR, y lo básico para que un contraataque tenga éxito es asegurar el primer pase, y para asegurar el primer pase hay que tener PAUSA, no jugar “revolucionado”; y eso fue lo que pasó. Pasó porque, entre otras cosas, no estaba PEPE, que es un jugador excesivamente temperamental y en ocasiones violento, que contagia al equipo su estado de ánimo y es cuando desaparece la PAUSA necesaria para construir fútbol.
Tácticamente se optó por un planteamiento lógico, aunque no es el único. Un equipo del potencial del Madrid puede discutirle perfectamente la posesión al Barcelona, no necesariamente tiene que replegar y jugar a la contra. Pero elegido ese modelo, lo propio es hacer lo que se hizo: marcar a los jugadores entre líneas adelantando a un defensa y no retrasando un centrocampista. Tanto Ramos como Arbeloa hicieron esa labor de forma impecable. Se neutralizó el juego interior del Barcelona manteniendo juntos en el carril central a Xabi Alonso y Khedira, que no salieron a las bandas. Otra de las acciones tácticas relevantes la protagonizó el “fideo” Di Maria, que jugó de lateral derecho para defender todo el ancho del campo sin la necesidad de que los centrocampistas tuvieran que salir del carril central, evitando un mayor desgaste.
A diferencia de lo publicado en estos días, no vemos la necesidad de valorar como negativo el nivel mostrado por el Barcelona porque se ha enfrentado a un equipo de similar potencial, y el Madrid rayó la perfección.