Jugar con diez es una de las experiencias por la que todos los entrenadores tenemos que
pasar con más frecuencia de la deseada a lo largo de una temporada y por supuesto, de
nuestra trayectoria. Sin embargo, llama la atención que algo tan frecuente y considerado por
muchos (incluido los entrenadores) como algo tan dramático y transcendental, resulte tan
poco habitual en las sesiones de entrenamiento de los equipos, sean profesionales o no. Ese
puede ser el motivo por el cual muchas de las soluciones tácticas que se adoptan obedezcan
más a una medida improvisada que a algo premeditado. Generalmente se actúa copiando los
estándares de la comunidad sin más, aplicando siempre la misma medida independientemente
de lo que aconsejen las circunstancias. Si los demás retiran un delantero e introducen un
defensa debe ser lo correcto, así que “no me rompo la cabeza y hago como todos”. Una buena
parte de estas situaciones aparentemente, se resuelvan así.
Estas circunstancias de desequilibrio numérico (que no necesariamente de potencial) son
propiciadas en un porcentaje muy alto por una medida disciplinaria adoptada por el árbitro…
te expulsan a un jugador, tu equipo se queda con uno menos y casi de forma automática
refuerzas la decisión arbitral, efectuando un cambio de jugadores que normalmente
contribuye a limitar la capacidad futbolística de tu equipo, retirando del campo otro efectivo
(la tendencia es sustituir un jugador de corte ofensivo por otro de corte defensivo) para dejar
bien claro que juegas en inferioridad, y si pierdes esa es la disculpa. En mi opinión, el buen
entrenador no es aquel que encuentra la mejor excusa a la hora de justificar un mal resultado,
sino aquel que haya la explicación correcta a lo sucedido, obteniendo una conclusión clara,
tanto si la experiencia ha sido positiva como negativa. Es la única vía para progresar.
La táctica es el gran recurso y la gran esperanza de la que disponemos los técnicos y
entrenadores para dar soluciones a las distintas variables que se nos presentan frente a
nuestros rivales, y el desequilibrio numérico (especialmente en los casos de inferioridad)
durante un partido, es sin duda uno de los problemas tácticos por excelencia. En este caso
se hace inevitable adoptar las correcciones oportunas aplicándolas en su justa medida, con
conocimiento y valentía, teniendo en cuenta que la idoneidad de las mismas no siempre tienen
porque llevar implícita una sustitución de jugadores.
Seguramente sea más perjudicial para un equipo tener en el campo a uno o más jugadores
que están muy por debajo de su rendimiento habitual, o que ni siquiera tengan el nivel que
requiere la competición, que afrontar un partido o un tiempo importante de este con un
jugador menos. En mi opinión el fútbol es más uno contra uno que once contra once, siendo
esta una de las razones por la que considero que el quedarse en inferioridad numérica tiene
una importancia relativa, y sólo en casos concretos puede ser definitiva.
Hasta hace muy poco tiempo era frecuente ver a los equipos situar a uno o dos jugadores
bajo los palos en un córner en contra. Y yo me pregunto: ¿Eso no es jugar con uno menos?
Si los colocamos debajo de los palos, en la línea de gol… ¿No los estamos sacando de alguna
parte que hemos decidido que no es importante? No dispongo del dato sobre el porcentaje
de remates a portería como consecuencia de un córner, pero se me antoja que pocos. Estoy
plenamente convencido que le rematan más a esos equipos que defienden esa situación en
inferioridad, al retirar a dos efectivos del radio de acción (zona de remate) para colocarlos
bajo los palos, en la línea de gol, que a los que optan por una solución más equilibrada.
Particularmente soy partidario de eliminar el problema de raíz, en la zona de remate, y desde
luego que el remate generalmente no se produce bajo los palos.
Si realmente colocar a dos jugadores bajo los palos fuese la decisión más correcta, yo le
recomendaría a los que así piensan que coloquen a los once en la línea de gol, sería lo solución
definitiva. Tenemos aquí una situación de inferioridad sin uno o dos jugadores menos y sin
embargo están en el campo. Y lo más importante, el rival no le saca provecho. Quizás sea
porque tampoco se entrena correctamente.
En juego dinámico también se dan con relativa frecuencia situaciones de inferioridad con el
equipo al completo. Veamos sino, lo que ocurre cuando en jugada elaborada, en la fase de
construcción ofensiva, no suben los laterales para propiciar amplitud y facilitar profundidad
al ataque; pues nos encontramos que si el equipo rival está en repliegue intensivo, ellos
tendrán once jugadores por detrás del balón y nosotros solo tendremos cinco jugadores más el
poseedor del balón para finalizar la jugada ¿Hay situación más desigual? ¿No estamos aquí en
clara inferioridad respecto del rival, aun con nuestros once jugadores en el campo?
- ¿Si no utilizamos a todos los jugadores para defender un córner?
- ¿Si no utilizamos a todos los jugadores para elaborar o finalizar un ataque?
- ¿Si no utilizamos a todos los jugadores para neutralizar un ataque del rival?
- ¿Por qué debemos tener miedo a jugar con uno menos?
La clave está en el balón, sólo hay uno, ya puede haber 20 jugadores del equipo rival sobre
el campo que mientras haya un solo balón, la dificultad para organizarse entre tantos y
llevar un solo elemento (el balón) a la portería contraria se multiplica, entre otra razones,
porque tampoco en este caso se ha entrenado al equipo en esta situación de superioridad. Ya
sabemos que se realizan tareas de entrenamiento en superioridad e inferioridad, pero no esta
situación en concreto. Al menos yo no lo he visto.
Otro aspecto a tener en cuenta es el espacio. Un campo de futbol tiene aproximadamente
7.000 m2, que repartidos entre diez jugadores de campo, resulta un reparto del espacio por
jugador de 700 m2, (menos que una pista de futbol-sala) y si lo hacemos entre nueve resultan
un incremento espacial por jugador de 77 m2 (el salón del chalet de cualquier jugador de
élite). Este si es un dato objetivo y muy fácil de constatar. Y teniendo en cuenta todo esto…¿Le
debemos tener pánico a quedarnos con uno menos?
Por último, no menos importante, hemos de entender cómo puede afectar psicológicamente
en ambos equipos el desequilibrio numérico. El que se queda con uno menos, baja los brazos,
se vuelve conformista y acepta la derrota. Por el contrario, el equipo que de forma repentina,
se encuentra con un jugador más que su rival, se ve superior, se relaja, toma decisiones
equivocadas y precipitadas, haciendo que se diluya la teórica ventaja. ¿Qué decir de la
influencia arbitral? Que dependiendo cómo haya sido la expulsión su tendencia puede ser
de “ayuda” hacia el más débil.
Siendo algo habitual encontrarse con esta realidad, debemos tenerla prevista e incorporar
a nuestro catálogo de sesiones de entrenamiento las tareas necesarias que nos permitan
encontrar soluciones, y faciliten a nuestro equipo solventar de forma exitosa esta coyuntura
transitoria.
Factores a tener en cuenta ante una eventual inferioridad:
- Potencial del equipo.
- Polivalencias de los jugadores.
- Estado de forma.
- Marcador.
- Qué jugador te falta: su rol, su puesto.
- Potencial del banquillo.
- Potencial del rival.
- Capacidad, personalidad y conocimiento del entrenador.
Decisiones a tomar:
- Nueva distribución del espacio.
- Un cambio de mentalidad.
- Valoración sobre la idoneidad de un cambio de modelo de juego.
- Y por último, si es necesario, un cambio de jugador o jugadores.
Propuesta:
Dependiendo de los factores antes enumerados, sólo variaría el posicionamiento del equipo
y el método ofensivo, que podría ser más/menos combinativo. El sistema sería el mismo y
estaría conformado por un: 1-4-3-2. Las misiones de los jugadores y el comportamiento de las
distintas líneas dependerán, entre otras cosas, de sus características.
Alberto Esparís.
Entrenador nacional de fútbol
Entrenador analista