Atrás quedan los tiempos en que los “culés” daban tumbos y cambios de rumbo constantes con la idea y la urgencia de estar por encima de su eterno rival. Tardaron en darse cuenta de que las prisas sólo son buenas para los malos toreros. Llegó un día en que se plantaron, aparcaron las urgencias y comenzaron a primar las ideas sobre las urgencias, la cabeza sobre el corazón y ahora tienen las dos cosas: cabeza y corazón, y las dos a pleno rendimiento. Mucho tiempo persiguiendo esto y ahora llevan años recogiendo y saboreando las mieles del trabajo bien hecho, siempre en la misma dirección, con constancia y perseverancia, creyendo en lo que se estaba haciendo; tanto tiempo de espera parece que ha merecido la pena.
En este momento cuando un equipo de cualquier punto de España e incluso de Europa se enfrenta al Barcelona sale al campo amedrentado. Sin embargo, cuando ese mismo equipo se enfrenta al Real Madrid sale al campo motivado. Esta diferencia de comportamiento entre los equipos que se enfrentan a cada uno de estas dos “fórmula 1” del fútbol mundial debe ser el primer motivo de reflexión para cualquier analista. Los modelos de juego de ambos equipos son absolutamente distintos y perfectamente válidos. Unos circulan el balón manejando los diferentes ritmos de juego a conveniencia hasta llegar al objetivo, y los otros imprimen siempre un ritmo alto con la idea de jugar rápido hacia delante para tratar de conseguir ese mismo objetivo. Los unos lo consiguen casi siempre y de forma fácil y los otros también, pero con mayor dificultad y menor efectividad.
A lo largo de estos últimos años el Barcelona se ha enfrentado varias veces a los mismos equipos y a casi todos les ha resultado complicado encontrar el modo de combatir sus debilidades y más aún neutralizar sus fortalezas. En las escasas ocasiones que el Barcelona ha sido derrotado casi siempre fue debido a un componente fortuito. Hoy en día, esos mismos equipos, siguen sin saber cómo enfrentarse a esta máquina de hacer fútbol y continúan saliendo al campo temerosos. Seguramente debido a la falta de una idea táctico-estratégica puesta en práctica por el entrenador del equipo adversario, con la lógica suficiente para ser creíble por sus jugadores. La táctica es el gran recurso de la que disponen los técnicos para poner en práctica las soluciones idóneas, y el técnico tiene que ser lo suficientemente hábil para encontrar, a través de esta, ese modelo de juego que les lleve a descubrir el camino correcto porque SÍ existe y SÍ está esperando a que alguien lo encuentre y lo explore.
¿A qué juega el Barcelona?
La ocupación racional del campo de juego (tanto a lo largo como a lo ancho) es una de sus principales virtudes y es además lo que le permite potenciar su capacidad para mantener la posesión del balón (otra de sus virtudes) y de “jugar” con los ritmos de juego en la circulación del balón, en cada zona del campo, según convenga. Está claro que al Barcelona le gusta ensanchar el campo, sólo hay que comprobar las medidas de su propio terreno de juego. Y cuando las medidas del campo en donde juegan no son del ancho que ellos quisieran “ lo agrandan”, es uno de los caminos que utilizan para la finalización, construyen por dentro y reorientan el juego a las bandas; son maestros en la conducción y en el desborde. El uno para uno no tiene secretos para ellos. Con el balón en la banda tratan de atraer al defensa hacia ellos, a la altura del área, quieren que la posibilidad de cobertura esté alejada y comienza el baile: encaran, desbordan, buscan línea de fondo, desajuste defensivo, pase atrás y a rezar… La otra vía es progresar por dentro, recibiendo entre líneas. Encaran o hacen pared y tiro desde cerca. Antes han combinado con precisión milimétrica entre ellos y han hecho un desgaste físico y mental importante a su adversario haciéndoles correr detrás del balón en todas direcciones, y si no encuentran lo que buscan no les importa volver a empezar y mientras tanto siguen desgastando al contrario, hasta que por fin encuentran el desequilibrio con un balón al espacio o en un cara a cara con el defensa que les permita finalizar con éxito el ataque. No se confundan, no tocan a la espera de que aparezca la luz, tocan para provocar que se encienda la luz, que es distinto.
Hacen más cosas, juegan un fútbol casi total y digo casi, porque le falta el dominio del juego aéreo. Son muy buenos atacando pero son igual de buenos en la recuperación. Son los reyes de la ocupación racional del campo de juego así que cuando pierden el balón están perfectamente situados para, sin ceder terreno, poner en marcha el mecanismo de presión que les permite recuperarlo en poco tiempo, y por tanto con menor desgaste propio, a la vez que aumentan el de su adversario.
¿Cómo actúa el adversario?
Y mientras tanto el adversario que ha salido al campo con miedo a perder. En lugar de competir con inteligencia, juega a su favor y le facilita las cosas. ¿Y cómo puede ser eso? Pues yendo al terreno que quiere el Barcelona de una forma recurrente, cayendo en cada trampa que le tiende. Desgaste físico y mental, precipitación, falta de convencimiento en sus propias fuerzas o métodos, son motivos más que suficientes para perder.
¿Qué puede hacer el adversario?
El adversario, sin perder la perspectiva, puede y debe poner en práctica un modelo de juego encaminado en primer lugar a neutralizar circulación de balón en el centro del campo acumulando efectivos en esa zona, presionando al poseedor del balón y marcando a los posibles receptores. Hay que marcar hombres y no marcar zonas. Para el caso que no lo consiga el objetivo, que al menos suponga un esfuerzo adicional al Barcelona. Y en segundo lugar, en la medida de lo posible, disputarle la posesión de balón. No parece razonable cederle el balón a quien hace de la posesión su principal argumento a la hora de desarrollar su estilo o método de juego.
El posicionamiento y el uso de la posesión de balón dependerá del potencial del equipo, pero independientemente de esto se deben adoptar unas soluciones tácticas concretas como las propuestas a continuación, tan válidas o cuestionables como otras:
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No desgastarse inútilmente cayendo en la trampa de presionar arriba la salida de balón, ellos siempre tienen uno más: el portero.
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No se le debe permitir circular por dentro, en el centro del campo, con tanta facilidad. Hay que marcar muy encima. Aquí “vivir en zona” es morir. Para ello se debe de disponer de un número igual o superior de jugadores en esa zona y no necesariamente“tirando” de un delantero.
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No se le puede permitir que reciban con ventaja entre líneas, por dentro, en zonas vitales. Hay que marcar. Tampoco en esta ocasión vale “vivir en zona”. El bascular de lado a lado en línea no te permite hacer un marcaje efectivo, alguien tiene que romper la línea para marcar.
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Marcaje sobre los jugadores que quedan descolgados cuando el equipo está en la fase de construcción, creación o finalización. Esto vale para cualquier partido pero cobra especial relevancia contra el Barcelona.
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No defender todo el ancho del campo, sólo el ancho del área. No ir a buscar al extremo del Barcelona a la línea de banda. Esperarlo. Están encantados de que les tapen las bandas, así tienen más espacios por el pasillo central.
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No caer en la precipitación después de recuperar el balón. Mejor dar dos pases seguidos y terminar con un despeje orientado que “romperla” directamente. Cualquier equipo profesional debería disponer de la capacidad suficiente para no tener que cederle el balón a la primera. Es lo que quieren.
Por cierto, tanto el marcaje al hombre como el mixto están permitidos por el reglamento aunque no estén de moda.
Alberto Esparís.
Entrenador nacional de fútbol
Entrenador analista