Todas las temporadas asistimos al cambio prematuro de entrenadores por idéntico motivo. Los resultados no son los esperados para el “entorno”, especialmente para el presidente o consejo de administración y sus asesores.
Al inicio de temporada nadie se imaginaba que el mismo entrenador que hacía unos meses era alabado por los medios de comunicación, aclamado por sus seguidores, y en ocasiones, prorrogado y mejorado sustancialmente su contrato por la brillante temporada pasada (había ascendido o salvado al equipo), hoy es el culpable de todos los males que le ocurren a la entidad. No sólo es el culpable de perder, es culpable de las lesiones, de las sanciones, de los errores arbitrales.
Es decir, de todo.
Y en este contexto, con la pérdida del último partido, la reacción de los dirigentes es recurrente. Deciden que ha llegado el momento de consultar el manual de instrucciones para encontrar la solución a tantos males seguidos y lo
abren directamente por la página más usada. Necesariamente tiene que rodar la cabeza de alguien y ese alguien no es otro que el entrenador, para que se desvié la atención y se focalice todo hacia la figura del técnico con el objeto de salvar la cara de los verdaderos culpables de la situación, por no haber adoptado las medidas deportivas necesarias en su momento, y haber trasmitido un mensaje erróneo a la masa social. Así que, casi en el descanso del partido o en una reunión de urgencia posterior y aún con los ánimos y la sangre caliente, por el ultimo resultado negativo (que es como se toman las decisiones en cualquier consejo de administración de las mejores empresas del mundo), adoptan la medida. Ya no nos vales, así que te agradecemos (con la boca pequeña) los servicios prestados y desaparece de nuestra vista.
A continuación se presenta al sustituto (la próxima víctima), con el que previamente se había contactado, y que desde “fuera” conoce perfectamente los problemas del equipo y lo que es más convincente: tiene la solución y nos va a sacar del apuro. Pero… ¡Ah, sorpresa! La primera medida es traerle refuerzos, generalmente tres, uno por línea: un defensa, un centrocampista y un delantero, y ahora sí son refuerzos, los que vienen tienen más nivel que los que están. Pero… ¿No era culpa del entrenador? ¿No será que la confección de la plantilla no ha sido la correcta, que además y como suele suceder, las expectativas están muy por encima del potencial real del equipo? ¿Se han parado a pensar que con esos refuerzos
seguramente el técnico actual también mejoraría los resultados del equipo?
“El problema no es porqué echan a los entrenadores, sino el que no sepan para que los contratan”. César Luís Menotti.
Va siendo hora de poner a cada uno en su sitio y que el aficionado, socio o simplemente el espectador sepa que el entrenador no siempre tiene la culpa. Un equipo no solo está compuesto por entrenador y jugadores.
También está la dirección deportiva, los servicios médicos, recuperadores, preparadores físicos, analistas, jefe de prensa, portavoces y un largo etcétera. Donde cada uno cumple una misión importante para el equipo, y si uno de estos departamentos no está a la altura, el equipo se resiente. Pero ante todo está el presidente y el consejo de administración que es el máximo responsable, también de los fracasos.
Pero estos juegan siempre con ventaja. No exponen nada y son o tienen un equipo de expertos asesores en desviar la atención…
Hace tiempo que aquello de “a entrenador nuevo victoria segura” ya no se da. Hace tiempo que la figura del entrenador, en estas situaciones, ya no es tan decisiva, porque ya no todo depende de él.
Así que van a tener que ir buscando otra página en el manual, si realmente lo que quieren es dar una solución equilibrada y coherente a una situación incómoda, producto de un mal resultado.
Al aficionado es al único que se le puede permitir el acaloramiento y manifestación de contrariedad por una racha más o menos negativa en función de los resultados de su equipo.
A los directivos no. Los ejecutivos tienen que diferenciarse claramente de los aficionados, no sólo por que ocupan un puesto en el palco, sino por su capacidad para resolver los problemas de una forma diligente y eficaz.
No creándolos o agrandándolos, al tomar decisiones poco razonadas e influenciadas por el entorno.
“Cuando ganas mente fría, cuando pierdes… mucho más fría”.
Alberto Esparís.
Entrenador nacional de fútbol
Entrenador analista