Resulta paradójico escuchar a algunos especialistas de este deporte hablar de educadores, formadores, profesores, etc. refiriéndose al trato y a la metodología que se debe emplear en el aprendizaje del fútbol por los más pequeños y comprobar, una y otra vez, en los torneos cada vez más abundantes y mediáticos en todo el territorio nacional, como al final eso de la enseñanza y el deporte se queda en pura anécdota y todo se reduce a ganar como sea.
Sólo hay que ver con un mínimo de sensibilidad hacia el fútbol de formación unos minutos de uno de estos partidos, retransmitidos con los medios y técnicas de comunicación más avanzadas del momento, para darse cuenta de que algo no funciona.
Si caemos en la trampa de considerar a los niños como hombres pequeños seguramente estamos incurriendo en un error de consecuencias impredecibles.
¡Hay que matar el partido! …dice el comentarista. ¡Hay que romper la red!... indica el entrenador ¡Le están ganando la espalda con mucha facilidad!... comenta el analista. Son los mismos argumentos y teorías empleados por los comentaristas profesionales sobre acciones similares en cualquier partido de fútbol de la alta competición.
Otro aspecto que llama la atención es ver cómo se utiliza a los más fuertes físicamente para ganar partidos. Uno de los errores de contar en el equipo con un jugador dotado de una fuerza y potencia por encima de la media es la tendencia a acaparar todo el juego. Inicia y termina la jugada sólo con la ayuda de su fuerza y no de su técnica, limitando además las intervenciones de sus compañeros ¿Y yo me pregunto… a quien favorece esta conducta? A nadie. Perjudica al fuerte porque no juega en equipo y al débil porque no interviene lo que debiera.
No se trata de proteger a los más débiles físicamente, sino más bien de prevenir a los más dotados para cuando esas fuerzas se igualen, no terminen convertidos en fracasados prematuros y arrastren esa pesada carga durante toda su vida. Son entrevistados, comentados y tratados como ídolos y seguramente más pronto que tarde se verán abocados al ostracismo.
En este caso el refrán de “vale más maña que fuerza” no se adecua a la realidad de una competición donde la fuerza, a estas edades, es factor determinante estando muy por encima de la técnica (maña), posiblemente limitada por la falta de contacto con la pelota. Cómo van a dominar la pelota si el entrenador les ha obligado a jugar al fútbol.
Si tenemos en cuenta que en la enseñanza lo importante es el principio ya que lo anterior marca lo siguiente, se deberían cuidar con más mimo los detalles, especialmente aquellos que tienen que ver con la pedagogía ¿No se le debería consultar a un pedagogo donde están los limites para, sin restarle un ápice de espectacularidad al evento, ni siquiera de competitividad, darle un enfoque más formativo?
El exceso de competitividad y responsabilidad por la victoria al precio que sea resta pureza a la propia competición. Se debería tender a restarle dramatismo a las derrotas e importancia a los triunfos por el bien del deporte en general y la salud mental del niño en particular. Si por quedar segundos tienen que aparecer tristes e incluso llorando al recoger el trofeo entonces aquí no ha fallado algo, ha fallado todo: los organizadores, los clubs, los entrenadores, los padres…
Ha fracasado todo lo que les rodea, excepto ellos, los niños:
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Los padres por haber permitido que a sus hijos les eduquen en ese ambiente.
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Los clubes por permitir y premiar ese afán por ganar como sea.
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Los entrenadores por anteponer el marcador a la formación.
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Los organizadores y patrocinadores por olvidarse de que su objetivo no es otro que formar deportistas.
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Los medios de comunicación por trasladar a la sociedad y fomentar esa propuesta como modelo de fútbol de formación.
En esta etapa de la formación estimo inapropiado hacer una división entre vencedores y vencidos, reforzada con una entrega de trofeos de dudosa idoneidad, seguramente sería más conveniente premiar a varios por el mismo motivo y por otros aspectos o valores como la deportividad, esfuerzo, solidaridad, etc. En cualquier caso, considero que el mayor premio es haber sido elegido para participar y poder hacerlo.
Alberto Esparis.